Cuando las cosas se ponen difíciles, resulta políticamente complicado explicar a la ciudadanía las medidas que es necesario adoptar para corregir los males. A veces es necesario tomar medicinas amargas o que son impopulares, como el alza de impuestos o la disminución de algunos subsidios, con tal de equilibrar la economía.
En temas de seguridad, las soluciones nunca son fáciles, pero si la prioridad es ganar adeptos y votos, entonces suena bien ofrecer soluciones fáciles de explicar y que a la gente le hagan sentido. De manera particular el llamado “populismo punitivo” consiste en dar un manotazo en la mesa y decirle a la gente: “ya estuvo bueno; vamos a tomar cartas en el asunto y vamos a utilizar la fuerza del Estado para sofocar los males. Toda la fuerza si es necesario.”
Ese mensaje se entiende muy bien y puede que un importante sector de la población opine: “qué bueno que van a tener mano dura”. Así, de ‘golpe y porrazo’, con la incorporación de la Guardia Nacional, el Ejército aumentó en 118 mil efectivos de un día para otro.
EL ORIGEN DE LOS PROBLEMAS
En el caso del presidente Andrés Manuel López Obrador, él siempre dice que el origen de los problemas de inseguridad es el atraso de las comunidades, la desigualdad y que “los gobiernos conservadores, corruptos y neoliberales” del pasado no atendieron las demandas sociales que provocaron conflictos. Probablemente tenga razón y en parte por eso es presidente.
Otra mala noticia es que atender dichos problemas llevaría tiempo. Más de un sexenio. De manera que una forma de “atender” el problema es repartiendo dinero y aumentando la presencia del ejército. ¿Eso va a resolver los problemas de raíz? No. Pero un amplio sector de la población sentirá que el gobierno hace algo y, en el caso de los apoyos sociales, dirán que antes “ese dinero se lo robaban pero ahora se lo dan a las familias”.
SOLUCIÓN Y DISTRACCIÓN
Pretender que repartiendo dinero y aumentando la presencia de las fuerzas armadas se resuelven los problemas sociales, es como si a un niño que le duele el estómago se le dan unas cachetadas y dinero para que sus males desaparezcan.
Por definición, si el ejército se dedica a “perseguir” a los delincuentes una vez que ya cometieron un ilícito, su porcentaje de efectividad para disminuir la violencia es mínimo. Uno, porque ya se cometió el delito. Dos, tiene que apresarlos in fraganti, que haya pruebas de lo que estaban haciendo, entregarlos al ministerio público y tres, es necesario armar las carpetas de investigación adecuadamente para que los ‘presuntos delincuentes’ no salgan al día siguiente tan campantes “por falta de elementos”.
MENORES INFRACTORES
Si a lo anterior se le añade el componente de que la delincuencia está utilizando a menores de edad con mayor frecuencia –que son más difíciles de sancionar porque las penas de que pueden ser objeto son mucho menores que las de los adultos– la cosa se pone más difícil.
Entonces, ni el dinero ni el uso de la fuerza son panaceas. Dicho sea de paso, tener dinero para consumir es uno de los incentivos más peligrosos para la “construcción de delincuencia” pues bajo el esquema consumista lo importante es tener dinero y gastarlo, no importa cómo se obtenga.
Como se sabe, el gobierno federal está planeando disponer de 600 mil millones de pesos en 2023 para apoyos sociales. Para repartirlos entre la gente en programas como Jóvenes construyendo el futuro, adultos mayores, universidades, sembrando vida y apoyos a personas con discapacidad.
¿’PAN Y CIRCO’ O ‘FUERZA Y DINERO’?
El gobierno federal dirá que si le da dinero a la gente con discapacidad, a los jóvenes que están estudiando, a los adultos mayores y para sembrar arbolitos es porque los gobiernos anteriores nunca se preocuparon por eso. Probablemente sea cierto. La mala noticia (una más) es que el dinero regalado se va a acabar, la gente no habrá resuelto su problema de largo plazo y la abundancia de ejército tampoco servirá para que la población viva mejor, piense más, esté mejor nutrida, menos obesa o menos endeudada.